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El tiempo, tan relativo, tan imprevisto y tan concreto al mismo tiempo, parece que se ha encargado de influir en la memoria colectiva y nos ha hecho olvidar, o cuanto menos
difuminar la pandemia de la COVID 19. Como si de un mal sueño o un relato de terror se tratase y quisiéramos o necesitásemos borrar lo sucedido, vivido y sufrido, nos hemos incorporado en una dinámica que contribuya, sino al olvido, sí cuanto menos al recuerdo remoto, como si de esta forma consiguiésemos alejar o poner límites a una posible vuelta de la pandemia. Así funciona nuestra memoria y así usamos el tiempo.
Pero lo bien cierto es que ni hace tanto tiempo, ni su impacto en la salud individual y colectiva ha desaparecido, ni sus efectos han dejado de actuar, por mucho que lo
tratemos de olvidar o de situar en el recuerdo.
Sin duda han sido muchas las aportaciones que sobre el virus de la COVID 19 se han realizado, contribuyendo a conocer cómo actúa y cómo debemos actuar tanto
profesionales como ciudadanía en general, a través de las evidencias científicas generadas. Las vacunas y la vacunación, porque tan importante es una como la otra, han sido,
sin duda, los grandes artífices para vencer, al menos de momento, a la pandemia y con ello para incorporar un nuevo espacio temporal que nos permitiese recuperar esa normalidad de la rutina y el desencanto habitual, pero también de la convivencia insustancial pero fundamental, de la que tanto se habló y que tanto añorábamos. Una vez recuperada, pareciera como si nunca se hubiera ido y nunca más pudiésemos volver a perder.
Pero más allá de los efectos que sobre la salud de las personas, las familias y la comunidad supuso, supone y posiblemente siga suponiendo para muchas de ellas, la COVID 19, no podemos olvidar, aunque mucho me temo que en gran medida ya lo hemos hecho, lo que la pandemia logró que emergiera con una fuerza sin precedentes, fue la importancia de los CUIDADOS profesionales enfermeros.
En un tiempo como el de la pandemia en el que el dolor, el sufrimiento, la muerte, el aislamiento, los silencios -porque no fue tan solo un tipo de silencio -, la soledad, la tristeza, el temor, la incertidumbre, la alarma y el alarmismo, el sensacionalismo… configuraron un escenario de cuidados sin precedentes. Porque eran los cuidados profesionales y quienes los prestan con la calidad y la calidez que requieren, las enfermeras, los que realmente lograban seguir dando sentido a la vida, a la resistencia, a la esperanza, a la fe por volver a recuperar lo perdido, aunque no pudiésemos recuperar a los perdidos.
Las enfermeras entendimos, a pesar de todas las dificultades, limitaciones y carencias, que nuestros cuidados eran fundamentales. Porque donde no llegaban los respiradores, las UCI, los analgésicos, la familia… estaban las enfermeras prestando los cuidados que facilitaban el afrontamiento de tan dolorosas situaciones, minimizaban sus efectos reduciendo la distancia con su proximidad, mitigaban los silencios con sus palabras, recuperaban la tranquilidad con su presencia, paliaban la falta de contacto directo con una atención que
superaba, cuando las hubo, las EPIs a través de la mirada, del gesto, de la expresión que configuran el cuidado profesional que precisa de conocimiento, tiempo, dedicación, ciencia y paciencia, conciencia y consciencia, humanismo y humanidad.
Trascendieron los cuidados enfermeros y se visibilizaron, dotándolos del valor que siempre habían tenido pero que siempre había quedado oculto.
Se reconocieron como aquello sin lo que no resultaba posible afrontar tanta ausencia. Ausencia de medios, de palabras, de familia, de información tranquilizadora y veraz, de convivencia, de ocio, de trabajo, de descanso… porque todo fue alterado. Todo menos el efecto sanador y saludable de los cuidados enfermeros.
Conforme se pudo hacer frente a la pandemia, con una importantísima aportación de las enfermeras que iba mucho más allá de ser denominadas como rastreadoras, vacunadoras, sanitarias… planificando, investigando atendiendo… quedó patente que el contexto que nos dejaba la pandemia lo era fundamentalmente de
CUIDADOS.
No tan solo los cuidados prestados durante los tiempos de pandemia iban a ser suficientes. Los efectos directos y los colaterales de la pandemia configuraban una nueva realidad de necesidades de salud que ni están suficientemente descritas, ni se van a limitar a una respuesta farmacológica o tecnológica. La atención comunitaria, la salud mental, los cuidados familiares, la COVID resistente, la atención a las personas adultas mayores, la salud infanto-juvenil, la alimentación, las relaciones afectivo-sexuales… están requiriendo ya respuestas que precisan de cuidados enfermeros, que, lamentablemente, nuestros Sistemas de Salud no ofrecen desde sus modelos asistencialistas, paternalistas, medicalizados,
hospitalcentristas, fragmentados, patogénicos…
Pero la COVID trascendió a la sanidad y tuvo impacto en otros muchos sectores, como por ejemplo el de la Educación, que a pesar del reconocido y reconocible esfuerzo realizado para adaptar las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) a la docencia, debería servir también para identificar que son otras las competencias, los conocimientos, los saberes, las habilidades… que resulta necesario incluir, articular y coordinar en los planes de estudio de las futuras enfermeras si queremos que éstas realmente sepan responder a las necesidades de CUIDADOS de la comunidad y no tan solo a las de los Sistemas de Salud como lamentablemente está sucediendo.
En las oportunistas comisiones de reconstrucción celebradas tanto a nivel nacional, autonómico, como local, más como un intento por maquillar las gravísimas deficiencias evidenciadas a nivel de todas las administraciones con la irrupción de la pandemia, que como un interés real por querer cambiar realmente el modelo que sostiene las citadas carencias, quedó de manifiesto que resultaba imprescindible un cambio radical del actual modelo y una puesta en valor y reconocimiento de la aportación de los cuidados profesionales y quienes los prestan, las enfermeras. El tiempo, ese recurso tan necesario pero al mismo tiempo tan manido y manipulado, acalló y soterró las peticiones, las demandas, las necesidades, las soluciones… que quedaron patentes en todas y cada una de las citadas Comisiones, lo que propició su traslado al olvido colectivo.
Hoy ROL de Enfermería recupera la memoria y acorta el tiempo para dar cabida a nuevas y valiosas aportaciones de las enfermeras en torno a la COVID, como una forma de llamar la atención sobre la necesidad del recuerdo permanente del CUIDADO profesional enfermero.
En este monográfico se recogen algunas de las investigaciones, experiencias, vivencias, relatos… que sobre la COVID y en la COVID nos aportan enfermeras que, con sus CUIDADOS, contribuyen a que la sociedad sea más sana, autónoma y libre ante la terrible influencia de la tecnología y la despersonalización que deshumaniza la atención y trivializa la salud en favor de la enfermedad.
Porque los tiempos de la COVID pueden haber pasado, pero siempre es y será tiempo de COVID y del recuerdo que su impacto tuvo, tiene y lamentablemente tendrá sobre las personas, las familias y la comunidad.
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