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La existencia de innumerables injusticias a causa de la intolerancia y discriminación por cualquier circunstancia que convierte a la persona en diferente, es una realidad.
Fernando, Francisco, Rogelio, Isaac, Paloma, Lorena, Lyssa, Samuel… son nombres que muestran algunos de los peores casos de homofobia, transfobia, xenofobia o islamofobia, entre otros, registrados en España1. Representan asesinatos contra personas y, confirman la tendencia al alza de los crímenes y delitos de odio.
Los delitos de odio se basan en estereotipos, prejuicios e intolerancia hacia sectores de la población diferentes y, por ello, potencialmente vulnerables; supone una importante amenaza no solo para las víctimas, sino para la sociedad en general enlazando directamente con los derechos humanos2,3.
El colectivo LGBTIQ+ (lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual y queer, incluyendo con el símbolo + todos los géneros no binarios o genderqueer, no representados en las siglas anteriores), es uno de los colectivos que tradicionalmente ha sido víctima de la incomprensión, rechazo y acoso por su orientación sexual diferente a lo establecido como normativo.
En España, según datos estadísticos, se recibieron 610 denuncias contra el colectivo LGTBI en los seis primeros meses del año 2021. Al comparar esta cifra con la obtenida en el mismo periodo del año 2019 (último año que se tuvieron datos), se observa un aumento del 9,3% al contabilizarse 558 sucesos, cifra que hasta ahora marcaba el máximo desde que, en 2014, se iniciaron las estadísticas específicas sobre los delitos de odio1. Los casos más graves de LGTBIfobia siguen siendo causa de muerte a nivel mundial, y en España, según datos del ministerio, cada vez son más violentos4.
Hablar de desigualdades en salud, entre las que se incluyen entre otras, la orientación sexual y la identidad de género, significa tenerlas en cuenta tanto a nivel individual como a nivel estructural, con el objetivo de contribuir a un cambio favorable que permita reducirlas y así lograr la equidad en salud. Las enfermeras debemos ser una pieza clave en este proceso5.
La atención a la diversidad y a la vulnerabilidad enmarcadas en el cuidado contrasta, por un lado, con la violencia y los abusos de los derechos humanos que se están produciendo en este colectivo y en las minorías sexuales, mientras que, por otro lado, no podemos olvidar que, en ocasiones, la discriminación se produce desde los propios servicios de salud al entender, erróneamente, la diversidad de orientación sexual de la persona como un problema de salud físico y psicológico6.
Dar visibilidad a quienes son considerados minorías y por lo tanto más indefensos, es importante para poder luchar contra este mal endémico en muchas sociedades y también en la nuestra. Las enfermeras no podemos ser ajenas a ello y, por ello, en este contexto, debemos implicarnos junto con la sociedad para cambiar este paradigma negativo, reflexionando acerca de lo que estamos haciendo y de lo que podemos hacer al respecto como colectivo enfermero.
Violencia, acoso, intimidación…, son situaciones que conllevan la falta de aceptación personal, familiar y social relacionados con el estigma social y la negación de los derechos que generan la orientación sexual y la identidad de género no normativas6,7. Según se recoge en la literatura8,9, generan una mayor tasa de problemas de salud mental, fundamentalmente depresión y ansiedad, abuso de sustancias como tabaco, alcohol y otras drogas, deterioro de las relaciones sociales, aislamiento social y suicidio. Los prejuicios y el odio hacia este colectivo, sumados a los daños emocionales, psicológicos y físicos que causan la estigmatización, el aislamiento, la humillación, el acoso y la violencia verbal y física muestran, como indudable e inevitablemente, el abordaje de la violencia contra el colectivo LGBTIQ+, es una necesidad prioritaria en el sector de la salud de forma general y, ello supone específicamente, el desarrollo de la competencia cultural de las enfermeras6,7.
La dimensión humana del cuidado exige un cuidado y una atención personalizadas en virtud del grado de desarrollo y de vulnerabilidad. Centrándonos en las necesidades de salud de este colectivo a lo largo del ciclo vital, cabe destacar, como durante la adolescencia y los primeros años de juventud, existe un mayor riesgo de sufrir bullying, de tener comportamientos sexuales de riesgo, de suicidio, de vivir rechazo familiar o de encontrarse en situación de desarraigo familiar y social. En edades adultas, aparecen unas mayores tasas de consumo de tabaco, alcohol y abuso de drogas. Durante la vejez, es más probable que se viva en soledad y se afronten otras barreras de salud a causa del aislamiento social y la falta de servicios sociales y sanitarios culturalmente competentes10. El cuidado, por tanto, va más allá de la competencia profesional en la relación con la persona, supone trabajar los aspectos emocionales, psicológicos, culturales, sociales y familiares, sin discriminación de ninguna naturaleza, respetando, reconociendo y realizando acciones que garanticen el derecho a tomar decisiones sobre su salud y bienestar, respetando la privacidad e intimidad a lo largo de todo el ciclo de vida de las personas con una orientación sexual diferente.
Para conseguir este objetivo, es necesario poner el foco de atención en los profesionales, a los que es preciso formar y capacitar para que puedan llevar a cabo en la población general, intervenciones sobre educación sexual inclusiva, diversidad sexual y de género, así como prevención del acoso escolar y del suicidio, basadas en la tolerancia y respeto a la diversidad, brindando un cuidado basado en la afirmación de género y centrado en la familia.
Desde esta perspectiva, es necesario formar estudiantes y profesionales de la salud en competencia cultural LGBT. El perfil profesional a desarrollar debe respetar las necesidades y particularidades de la población en todos los niveles de atención y durante sus procesos sociales y vitales, aumentando el conocimiento sobre los prejuicios existentes y el respeto a la individualidad de las personas11.
Citando a Carmen Ferrer12, el liderazgo enfermero en el cuidado se debe ejercer en todos los ámbitos. Es necesario continuar con el desarrollo de un marco curricular que permita la adquisición de competencias y el desarrollo de estrategias eficaces en los planes de estudio de las facultades y escuelas de enfermería, dirigidos a empoderar para la atención a la diversidad, así como para reducir las desigualdades en el colectivo LGBTIQ+11.
“No se trata de ser todos iguales, sino de aprender a respetar las diferencias”
Anónimo.
María Isabel Mármol López
Doctora en Ciencias de la Salud. Enfermera. Grupo de investigación GREIACC. Instituto de Investigación Sanitaria La Fe.
Escuela de Enfermería La Fe, Universitat de València
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