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Un retazo personal de mi vida entre ellas
Hace casi cuarenta años me asomé de soslayo, sin buscarlo, sin sospecharlo, y me vi atrapado en la devastación de lo que unas heridas en la piel suponían en algunos añosos pacientes, tratando de preguntarme desde entonces, ¿por qué? Acaso ese espectáculo de sufrimiento y guadaña, ¿se podía haber prevenido? Me impresionó y dejó impronta, la naturalidad con la que me pareció se balanceaba entre la rutina, la normalidad, la asunción de su inevitabilidad y los variados libritos de recetas para tratar de atajarlas. Ahí estaban, como la Puerta de Alcalá en la canción, las escaras –en nuestra conversación-, las úlceras por decúbito en los pocos informes que las aludían y como comprobé, en menos documentos que sorteaban sus causas, su prevención y sus remedios.
Creo que aquella experiencia que se continuó con mis primeros escarceos como alumno de enfermería y más tarde novel enfermero, tatuó con sombras y sangre, un escenario costumbrista que bien podía haberse datado en pleno medievo. El concurso, en los albores de los años ochenta del pasado siglo, una de aquellas escasas convocatorias de becas muy locales para incentivar la investigación, incluso abierta a las enfermeras, me llevó a descubrir la poca Ciencia (en mi carpeta azul, como en la libreta roja del radiofónico Carlos Santos, sobraba hueco, mucho hueco) sobre el tema elegido (“las úlceras por decúbito”) a la que tuve acceso, sorteando en la era predigital, por un lado las escasas y lacónicas alusiones a esas lesiones y por otro, la dificultad de acceder a aquellas bases enigmáticas que guardaba la biblioteca de mi hospital de provincias, donde se miraba con sorpresa que alguien se interesara por ese tema y que, cuando descubrían que ese joven muchacho era enfermero, se hacía más turbulenta la posibilidad de acceder a esa raquítica meca del saber. El techo máximo, la revisión de los CDs que albergaban las publicaciones de Medline de varios años atrás, la vuelta y revuelta de obras médicas épicas de las distintas especialidades puesto que fondos enfermeros, salvo la suscripción a la muy reciente revista ROL de Enfermería, que hoy acoge estas líneas, no ocupaban espacio, tan poco espacio como lo que pude hallar en los manuales de doctrina enfermera que sí pude consultar en nuestra Escuela de Enfermería.
Todo lo que transcribí y fotocopié llenaba muy poco esa carpeta. Lo recopilado sin más rumbo que una palabra clave –úlceras por decúbito- telegráfico, trasnochado o enteramente – a mi juicio- secundarizado. En esa paupérrima navegación, no obstante, afloró y todavía hoy permanece en mi memoria, lo que un tratado de enfermería geriátrica, el primero publicado en nuestro país y escrito por un médico, el Dr. Jiménez Herrero, enunciaba en ese capítulo: “Las úlceras por decúbito no son una enfermedad, son un accidente asistencial”.
Aquella beca del joven Gobierno de la Rioja, me abrió los ojos hasta donde se podía documentar, pero cultivó el celo por vencer ese gran desconocimiento, tan impresionante como la mínima curiosidad de la comunidad científica en sintonía con el desinterés, cuando no minusvaloración de los profesionales, de las instituciones y de la propia ciudadanía.
Era necesario despertar, era obligado conocer para ayudar, era obligatorio luchar para que estas lesiones –enseguida comprobamos que muy prevenibles- terminaran de convivir con nosotros con la misma saña que las plagas bíblicas. Y de eso hace casi cuarenta años…
Estas décadas, de trabajo, de ilusión, a menudo de desasosiego, hoy se detienen para hacer este pequeño y personal balance y compartir lo que entiendo ha sucedido y que ustedes, lectores, juzguen conmigo.
Aquel germen se diseminó entre muchos que de forma aislada parece habíamos participado de la misma reflexión o vivencia, de la carestía de conocimiento y de una creciente curiosidad alimentada por una máxima invocada y no siempre de manera tan clara, presente: estas lesiones en la mayoría de los casos se pueden prevenir.
El nacimiento de nuestro grupo científico (GNEAUPP) para fortalecer la comunicación y los intereses de todos los que comprobamos vivíamos de espalda, en soledad y que contabilizamos por primera vez en aquel primer Simposio Nacional sobre Ulceras por Presión, así lo llamamos, en un frío mes de febrero de 1996 en Logroño, dio el espaldarazo a la búsqueda de esos objetivos comunes pero que no habían tenido la oportunidad de acometerse desde el individualismo, a vencer las resistencias que seguimos cifrando de muchos profesionales de dentro y fuera de la disciplina enfermera, que no querían pensar en que estos procesos eran feudos mejorables y prevenibles.
Los primeros estudios epidemiológicos sobre este invisibilizado fenómeno abrieron discretamente los ojos de responsables y profesionales, de instituciones y Organismos, que perdían las excusas para no mirar de frente un verdadero Problema de Salud Pública. De modestas investigaciones plasmadas en los comienzos a un monto que hoy suman más de diez mil comunicaciones presentadas en nuestros Simposios. De sencillos casos clínicos a ensayos clínicos. De investigación clínica a investigación básica, de trabajos del equipo asistencial a tesis doctorales que tanto honor y crédito aportan a nuestro “tema” y a muchos enfermeros que han alcanzado con su investigación, ese máximo rango académico. De sinópticos procedimientos a, más recientemente, por su interés, por su transversalidad, por su porvenir, Trabajos fin de grado o master, que nadan en solidez.
De esos fértiles treinta años de andadura social y científica, resaltar el tejido humano y profesional en torno al mundo de las heridas crónicas, que fue trazándose por sintonía a las iniciáticas úlceras por presión, ampliando un horizonte de preguntas e inquietudes sobre muchas personas con lesiones cutáneas que no tenían aparente buen porvenir. Encuentros científicos y humanos que fueron consolidando en el ámbito nacional e internacional ese movimiento que ya nadie podía detener. El alumbramiento en la última década de tres nuevos marcos conceptuales (LCRD, DAI y LCCVS) de sabia nacional, de riqueza singular y utilidad para todos los que seguimos trabajando en torno a esos pacientes que, del sepia de su silueta, han emergido hasta los más altos capiteles del interés de la Ciencia y de la Academia. De un desconocimiento profundo de etiología, epidemiología, diagnóstico, prevención y abordaje, a una aumentativa oferta universitaria de aprendizaje postgraduado del más alto nivel, aunque todavía quedan remedos en la formación de grado.
De las úlceras por decúbito a las lesiones cutáneas relacionadas con la dependencia y otras.
Estas líneas se empezaron a escribir hace casi cuarenta años. Este movimiento se empezó a conjurar hace casi cuarenta años. Todo lo aprendido y difundido desde la modestia, ya tiene casi cuarenta años y la ilusión, el tesón, la responsabilidad y el amor por esta familia de “los interesados en el mundo de las heridas” hace preces para que se revalide al menos otros cuarenta años más.
Gracias a todos por haber construido un mundo de rigor y esperanza para tantos aquejados, heridos del mundo.
Un abrazo fraterno y mi admiración.
Javier Soldevilla Agreda. Director GNEAUPP
Ronda Universitat, 33, entresuelo 1º A, 08007 Barcelona.
Tel: (+34) 93 200 80 33
Email: rol@e-rol.es
Whatsapp: +34 660 829 100
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