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Albert Llorens García
Enfermero. Máster en Salud Internacional y Cooperación
La pandemia del SARS-COV2 ha evidenciado la hegemonía existente en las relaciones internacionales y sus políticas de salud, y cómo está influenciada por el sistema capitalista que rige las normas de la mayoría de sociedades globalizadas.
Como ya nos definía Eduardo Menéndez, el modelo biomédico hegemónico de medicina implantado alrededor del mundo, se caracteriza por una visión individualista de la enfermedad, en base a una teoría puramente bio-fisiológica y ahistórica1. La mayoría de gestiones nacionales e internacionales llevadas a cabo se han visto simplificadas a un análisis de la situación puramente fisiopatológico, centrado en la enfermedad y sus síntomas, sus formas de comportarse y transmitirse, y en sus tratamientos farmacológicos. Así, junto con el modelo biomédico, el COV-19 ha sacado a la luz la necesidad de un cambio también en la metodología científica con la que abordemos, estudiemos y tratemos la salud y sus flujos.
La epidemiología clásica basada en el modelo empírico lineal cartesiano, queda atrás ante una epidemiología crítica que adopta pensamientos más complejos donde se entiende la “salud-enfermedad” como una expresión consecuente de la relación multidimensional de diferentes espacios de la realidad que se generan y reproducen en un contexto social determinado2. En el caso del COV-19, el trabajo de la epidemiología se ha reducido a una vigilancia pasiva mediante la observación empírica del brote y su multiplicación para así poder establecer una correlación y explicación con “X” factores de riesgo. Se ha dejado a un lado todos los procesos de exposición, vulnerabilidad, virulencia, análisis de la situación ecológica (tanto micro como macro), comportamientos de las sociedades y su relación con la naturaleza, desigualdades e inequidades en salud, determinantes socio-económico-culturales, estilos de vida individuales…3.
Volviendo a lo expuesto, las desigualdades han supuesto otro punto crítico en el desarrollo de la pandemia y para su manejo. En el mundo científico, y más en la salud, se tiende siempre a investigar datos ya existentes, a descubrir prevalencias y tasas de patologías, pero nos olvidamos de tratar de entender por qué se producen o qué factores las generan. Olvidamos que la salud de cada persona y con ella, la de la comunidad, está influida por un sinfín de condicionantes pertenecientes a diferentes dimensiones que interrelacionadas generan un contexto determinado4. Así, por ejemplo, obviamos que los procesos ideológicos, la situación social y económica, la historia y la cultura, la política, los intereses propios o la visión del mundo, influyen en qué elegimos, en qué observamos y entendemos las cosas, y claro está, todo ello afecta de forma directa o indirectamente en la salud individual y colectiva.
No debemos abordar el Covid-19 como un mero virus zoonótico oportunista que ha traspasado a la raza humana a consecuencia de una serie de mutaciones, sino que hay que explorar y estudiar mucho más allá, como por ejemplo, ser conscientes de la devastadora huella ecológica que ha generado el descontrolado extractivismo de la expropiación y explotación eco-biopolítica de los recursos de los países (deforestaciones, contaminaciones, pérdida de biodiversidad y bases de supervivencia)5. Vivimos en un sistema de acumulación y producción del modelo capitalista que es incompatible con los modos de vivir y los espacios donde desarrollar una vida digna, por lo que muchas enfermedades como el SARS-COV2 son consecuentes de esta incompatibilidad. Pero esta no va ser la última de las pandemias, ni una de las peores consecuencias de este desequilibrio del metabolismo y simbiosis que tenemos con la naturaleza.
El modelo de vida social en el que nos desarrollamos induce a aumentar las desigualdades e inequidades en salud, y todo ello visto a gran escala, se suma a un sistema de retroalimentación positiva donde el deseo y objetivo desorbitado de acumulación de capital, a costa de desvalorizar y mercantilizar las vidas humanas, sus derechos y el equilibrio ecológico-natural, junto con la centralización del poder en una oligarquía / Estado que controla la gestión de la plusvalía, generan un aumento en la distribución inequetitativa de los recursos. Esto a su vez, provoca una mayor distancia desigual en la sociedad y entre clases, aumentando los estados de pobreza y obligando mediante el control del trabajo y los mecanismos de funcionamiento de las sociedades a dicho extractivismo y explotación descontrolada de los recursos naturales.
Este sistema se ha visto afectado a nivel internacional debido a la pandemia, cambiando las direcciones de flujos de ayudas y cooperación. Así, vista la afectación de países del norte (con gran acumulación de capital y poder), la mayoría de instituciones y organizaciones internacionales que velan por la salud, como es el caso de la OMS, dejaron de mirar hacia al sur para centrar toda su atención en al norte (“nunca muerdas la mano del que te da de comer”), aumentando así las desigualdades entre países y remarcando a su vez la colonialidad del poder.
El propio covid también ha supuesto una baza más de la que tirar para sacar tajada. Y es que la pandemia se ha convertido en otro medio del que sacar beneficio mediante la mercantilización de la salud, tanto a nivel político como económico. Y para ello, han utilizado la ciencia a modo de respaldo en base a argumentos cientifíco-educacionales que benefician a sus propios intereses, imponiendo y reforzando así también la colonización del saber, la hegemonización de la salud y el modelo biomédico6. Un modelo que “se escampa como la pólvora” gracias a otro recurso más del capitalismo, la colonización mediante la modernización (globalización) y el continuo deseo y necesidad de estar a la “moda” de lo que dicten “los que tiene el poder”.
Entre estas situaciones las enfermeras no podemos quedarnos calladas, debemos tomar cartas en el asunto y luchar por mejorar dichas condiciones que acaban afectando de una u otra forma a la salud individual y de la comunidad. En el futuro de la concepción de la salud las enfermeras vamos a jugar un papel clave, con nuestra visión holística de los cuidados debemos extrapolarlas a otras áreas de actuación más allá de la asistencial, incidiendo en un abordaje integral e integrador, donde las enfermeras estamos más que preparadas para desempeñar cargos y hacer política en salud.
Bibliografía:
Albert Llorens García
Enfermero. Máster en Salud Internacional y Cooperación
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