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La actual crisis en Ucrania ha despertado entre la población un creciente espíritu solidario y múltiples iniciativas ciudadanas han surgido en respuesta al deseo de ayudar a los afectados por la guerra. Desde algunas plataformas – incluyendo colegios, empresas o ayuntamientos – se promueve la donación de ropa, comida, productos de higiene, leche de fórmula, productos de alimentación infantil, medicamentos y material sanitario, que serán luego transportados hasta los refugiados en las fronteras. La información se difunde a través de periódicos, redes sociales y mensajes en cadena, incluyendo listas de fármacos y material especializado junto a toda clase de productos. Estos mensajes son preocupantes desde un enfoque de salud pública y muestran una desinformación general sobre el tema. En esta carta propongo un repaso al impacto que han tenido las donaciones de medicamentos y sucedáneos de leche materna en anteriores crisis humanitarias y comparto las recomendaciones oficiales, basadas en la evidencia recogida hasta ahora.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó ya en 1996 una primera guía para la donación de medicamentos, reconociendo la necesidad de evitar la avalancha de donaciones no solicitadas que siguieron a conflictos y catástrofes naturales en Armenia, Sudán o Ruanda, entre otros1 La guía fue actualizada en 2010 incluyendo nuevos ejemplos de mala praxis, como los observados tras el tsunami del Océano Índico en 2004, que se repitieron posteriormente tras los terremotos en Haití o Nepal. Las donaciones de medicamentos innecesarios, etiquetados en idiomas no conocidos a nivel local, no previamente comercializados en los países de destino o con pronta caducidad han mostrado no solo una utilidad limitada, sino una carga extra para los individuos y organizaciones trabajando en el terreno. La gestión y el desecho del gran porcentaje de material donado y no utilizado ha supuesto en muchos casos un enorme reto logístico, además de un serio gasto económico para los países afectados. Toneladas de material innecesario han limitado la recepción y almacenamiento de otros productos prioritarios. Y en los peores casos, algunos medicamentos han sido repartidos de manera inadecuada, usados para afecciones distintas a las indicadas, o contaminados al ser almacenados incorrectamente, derivando en graves consecuencias.2,3
El abastecimiento de medicamentos y material sanitario es clave para fortalecer sistemas de salud con infraestructuras dañadas y desbordados ante la llegada masiva de población desplazada y heridos por el conflicto. Sin embargo, las donaciones deben llevarse a cabo siguiendo las indicaciones oficiales, de manera coordinada y en respuesta a una solicitud explícita. Estos estándares, en ningún caso, pueden cumplirse mediante la recogida aleatoria de medicamentos que distintos particulares tienen en casa o compran en farmacias para donar junto con otros productos. En esta línea, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ya ha recalcado que la donación de medicamentos debe realizarse únicamente a través de los canales adecuados, con la autorización expresa de la AEMPS, y nunca incluyendo medicamentos devueltos por la ciudadanía. Estos requisitos son necesarios para garantizar que los medicamentos se encuentran en las condiciones óptimas de conservación y asegurar su calidad y eficacia.4
Donaciones inapropiadas de sucedáneos de leche materna y dispositivos de alimentación artificial también han sido documentadas desde hace décadas en contextos humanitarios. El origen de estas donaciones es diverso. Desde individuos y organizaciones bienintencionadas, aunque mal informadas, a grandes empresas de leche artificial que al donar sus productos en tiempos de crisis esperaban crear un nuevo nicho de mercado entre la población afectada. Estas donaciones a menudo han violado el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna – un conjunto de reglas destinadas a proteger la lactancia materna de prácticas comerciales poco éticas, al que están sujetas las distintas leches de fórmula, alimentos o bebidas para lactantes y los utensilios para su administración.5 Las donaciones registradas han sido en muchos casos excesivas, sin instrucciones para su correcta administración o inseguras (caducadas o de mala calidad).6,7
Las serias consecuencias de estas donaciones en el terreno humanitario deben ser advertidas. El acceso a leche de fórmula, agua potable y una correcta higiene de biberones y tetinas se ve con frecuencia comprometido en situaciones de emergencia, sobre todo para poblaciones en tránsito o desplazadas. Aunque la leche materna aporta múltiples beneficios en cualquier escenario, es particularmente clave en contextos humanitarios, donde sabemos que los niños alimentados con leche de fórmula presentan un mayor riesgo de morbimortalidad, asociado principalmente con enfermedades infecciosas contraídas a través del agua contaminada.8-10 Consecuentemente, las recomendaciones internacionales hacen especial énfasis en la protección, promoción y apoyo a la lactancia materna como prioridad en estos contextos. La entrega de leche de fórmula sólo se contempla en los casos en los que la alimentación exclusiva con leche materna no es una opción viable o deseable para la madre y debe hacerse tras una evaluación individualizada. Además debe estar acompañada de información y seguimiento adecuado por parte de organizaciones con capacidades y recursos para ello.11 La distribución masiva o no controlada de leche de fórmula, además de ser una práctica incorrecta y peligrosa, puede incentivar su consumo entre madres previamente adheridas a la lactancia materna y generar una dependencia innecesaria y un problema de salud antes inexistente. Por este motivo, las donaciones de cualquiera de los productos mencionados están totalmente desaconsejadas por las agencias internacionales.
De acuerdo con los últimos datos disponibles sobre Ucrania, menos del 20% de los niños menores de seis meses reciben lactancia materna exclusiva, como recomienda la OMS para ese grupo de edad.12 Estos datos apuntan a que la distribución de leche de fórmula será necesaria para apoyar a madres y lactantes durante esta crisis, pero este apoyo debe ser prestado por organizaciones competentes designadas, siguiendo el Código internacional y los procedimientos recomendados.
Como aquí se resume, existe un peligro real de que ciertos movimientos de ayuda internacional incurran en prácticas desaconsejadas y puedan causar más daño que beneficio entre las poblaciones afectadas por emergencias humanitarias. Ante este riesgo, debemos informarnos, difundir y aplicar lo aprendido hasta ahora. Enfermeras y matronas, desde su rol como educadoras para la salud y su privilegiada cercanía a la población, pueden ser ahora altavoces de este mensaje que anima a canalizar el ímpetu solidario de manera más acertada.
Nieves Amat Camacho
Enfermera, investigadora asociada en el Centro para la investigación de salud en desastres (Instituto Karolinska, Suecia). Estudiante doctoral en el programa internacional de Salud Global, Ayuda Humanitaria y Medicina en desastres (Universidad del Piamonte Oriental, Italia).
E-mail: nievesamaca@gmail.com
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