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Estudios previos han apuntado al cuidado espiritual desde la enfermería como “el arte de estar presente, de escuchar, de respetar y de apoyar los valores, creencias, y conexiones importantes y, el más pretencioso, de dar de sí misma”. Desde los inicios de la disciplina, la relación entre la espiritualidad y el cuidado ha estado presente de manera fundamental. Una de las ideas principales de Florence Nightingale fue el cuidado integral de la persona, incluyendo su esfera espiritual, siendo ésta “el recurso más profundo y potente de sanación del que dispone la persona” 1.
De igual manera, se hace evidente posteriores teóricas enfermeras siempre han abogado por un cuidado integral y de calidad a sus pacientes. Entre otras, Virginia Henderson, o Jean Watson, quienes van más allá de un concepto biologicista de salud atendiendo también otros aspectos de la persona y proporcionando una atención holística. Virginia Henderson dio especial importancia a satisfacer las necesidades del paciente de forma que así se le atendiera de manera integral. En su Modelo de Necesidades ya incluyó en la Necesidad 13: necesidad de vivir de acuerdo con sus propios valores y creencias, la importancia de valorar también el aspecto espiritual de la persona. Jean Watson en su Teoría del Cuidado Transpersonal pretende aunar la ciencia con las humanidades para que las enfermeras sean capaces de entender otras culturas y utilizar un marco mente-cuerpo-espíritu2.
Siguiendo esta propuesta, el cuidado espiritual debe considerarse tan importante como el cuidado de otros aspectos de la persona, y numerosas investigaciones previas han apuntado la influencia de la espiritualidad en aspectos como el burnout 3, el insomnio 4, la adherencia a los tratamientos5, la salud laboral6, hábitos saludables7 o la vivencia del cáncer de mama y la mastectomía8, entre otros. Sin embargo, en la práctica nos encontramos con que las enfermeras no están familiarizadas con los cuidados espirituales y no son capaces de brindar este tipo de cuidados, ya sea por sobrecarga de trabajo, ausencia de protocolos estandarizados sobre espiritualidad o formación insuficiente.9–11
En el caso específico de situaciones de catástrofe, la espiritualidad ha demostrado ser un recurso. Durante la Primera Guerra Mundial, los capellanes fueron asignados a unidades militares como un recurso de apoyo moral y en tiempos de batalla se dirigieron al frente para dar la absolución a los soldados salientes12. En caso de otras situaciones de desastre, como la pandemia de influenza por la variante aviar H5N1 se mostró que la espiritualidad se relacionaba directamente con el aumento de la emoción positiva, el comportamiento de ayuda y la disminución del comportamiento ilegal13. En 2014, durante la mayor epidemia de ébola de la historia la religiosidad fue un aspecto muy importante debido a que fue moderadora de prácticas y formas de cuidado y las instituciones religiosas brindaron servicios que incluían salud, educación y apoyo social14.
¿Y en el caso de la actual pandemia por COVID 19? Se evidencia que la espiritualidad en las personas y más aún en los pacientes durante la pandemia del COVID-19 ha sido un importante factor. Las enfermeras han observado cómo los pacientes se aferraban a sus creencias e incluso los propios ellas han utilizado técnicas como el yoga o la meditación para evadirse de dicha situación. La pandemia de COVID-19 fue un momento especial en el que las emociones y la espiritualidad fueron necesarias como apoyo al paciente. De hecho, en varias ocasiones símbolos religiosos y espirituales estuvieron presentes y formaron parte del cuidado enfermero durante esta difícil situación15.
Por ello, sigamos brindando cuidados ESPIRITUALMENTE competentes.
Rocío de Diego Cordero
Profesora Ayudante. Doctora.
Bárbara Badanta Romero
Profesora Ayudante. Doctora
Departamento de Enfermería. Facultad de Enfermería, Fisioterapia y Podología. Universidad de Sevilla,
Ronda Universitat, 33, entresuelo 1º A, 08007 Barcelona.
Tel: (+34) 93 200 80 33
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