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El verano parece que lo paralice todo. Como si las vacaciones afectasen no tan solo a la actividad laboral sino a cualquier situación por compleja, delicada, importante o influyente que esta sea.
Pero nada más lejos de la realidad. Son muchos y variados los acontecimientos que, en mayor o en menor medida, afectan al desarrollo de la Enfermería y que han seguido su curso, han surgido o se ha aprovechado el letargo estival para activarlos. En cualquier caso, lo que es evidente es que se está produciendo una situación que debería preocupar a las enfermeras en general y de manera muy concreta a las organizaciones que las representan en cualquiera de sus ámbitos, científicos, laborales, competenciales, docentes o de gestión.
No se trata, en estos momentos, de buscar culpables en un intento desesperado por quedar eximidos, unos u otros, de las responsabilidades que, en mayor o en menor grado a todas/os nos corresponden. Se trata básicamente de no caer en el letargo de la indiferencia y la inacción o lo que es peor aún, en la idea de que siempre son otras/os quienes deben dar respuestas tratando de desentendernos de algo que nos afecta de manera muy seria.
Tampoco se trata de hacer una relación de todas las situaciones, acciones, omisiones, olvidos, rechazos o ataques, que de todo hay, y que se han venido sucediendo acompañando a la ola de calor que estamos padeciendo.
De lo que realmente se trata es de reflexionar sobre qué es lo que está sucediendo con la Enfermería en nuestro país para que se produzca esto. Porque parece claro que algo está pasando y no es precisamente positivo para el desarrollo, visibilidad, reconocimiento y posicionamiento enfermeros.
Creer que todo se debe a una conspiración con el objetivo de acabar con las enfermeras porque nos tienen manía, es instalarse en un victimismo tan irreal como inútil. Es cierto, negarlo tampoco sería coherente, que en muchas ocasiones las decisiones o reacciones de políticos, gestores o profesionales enfermeros o de otras disciplinas, puede hacernos caer en esa idea, pero sinceramente creo que las mismas obedecen más a un claro desconocimiento de la respuesta cuidadora enfermera que a un intento premeditado de ataque. Pero lamentándonos no solucionamos nada. La ignorancia de quienes actúan de manera tan inconsciente como mediocre tan solo puede combatirse con evidencias que las contrarresten, constatando la importancia de nuestra aportación específica. Y esto es responsabilidad tanto individual, de cada enfermera, como colectiva a través de los órganos de representación de las enfermeras.
Órganos de representación que, por otra parte, lo son en la medida en que las enfermeras nos implicamos en su elección, control y demanda de acción. Protestar de su incapacidad sin que haya existido una implicación directa, a través de los mecanismos establecidos, para su elección, es igualmente inútil. La elección de nuestros representantes en colegios, sindicatos, sociedades científicas e incluso en la academia, exige un compromiso y una implicación con la profesión y la disciplina de los que no podemos ni debemos eximirnos.
Las cosas no pasan por casualidad, todas ellas son consecuencia de causas concretas que tenemos la obligación, como enfermeras, de analizar para poder actuar con coherencia, sentido común y, sobre todo, fundamento científico.
A todo ello habría que añadir una deseable unidad que más allá de eufemismos interesantes y en ocasiones interesados, debería imponerse en temas de interés general y que sin embargo sigue siendo, en muchas ocasiones, el talón de Aquiles y la mayor debilidad de las enfermeras, propiciando falta de respuestas que fundamenten y fortalezcan el posicionamiento y liderazgo enfermeros.
La invasión de competencias; la falta de valoración de los cuidados; la ausencia de identificación y respeto, que no de ausencia, de referentes y líderes profesionales; la ignorancia que se tiene sobre nuestra contribución a la salud de las personas, las familias y la comunidad; la falta de voluntad política para ordenar la profesión; la débil autoestima sobre nuestra aportación cuidadora unida a la fascinación por la técnica; las respuestas a las necesidades y demandas de la población desde paradigmas no enfermeros; la gestión alejada de los cuidados; la docencia cada vez menos humanista; la falta de orgullo de pertenencia; la migración masiva a otros países… son tan solo algunas de las causas que acaban generando una tormenta perfecta propicia para que se sucedan zozobras, incertidumbres, temores, peligros e incluso hundimientos.
No podemos seguir pensando que siempre son otras/os quienes tienen la culpa de cuanto nos sucede. Hacerlo es dejar espacios para la duda y la ausencia de un equilibrio tan necesario como deseable.
La frase atribuida a Felipe II “Yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos” intentaba justificar que el insatisfactorio resultado acaecido en la batalla de la Armada Invencible contra los ingleses, no era atribuible a su impecable gestión de la situación, sino a la Divina Providencia. No caigamos en idéntico error y seamos capaces de generar un debate tan amplio como riguroso de lo que está sucediendo con la Enfermería, partiendo de un pensamiento crítico que nos permita identificar cuáles son nuestras debilidades y amenazas, pero también cuáles son nuestras oportunidades y fortalezas.
Todas/os tenemos algo que aportar, y a todas/os nos corresponde abandonar nuestras zonas de confort para defender aquello que nos identifica como enfermeras y que tan trascendente es para dar respuesta a las necesidades y demandas de la sociedad en un contexto de cuidados como el que vivimos.
La estrategia de cuidados pendiente no puede quedar en una simple promesa. Las enfermeras tenemos la obligación de que la misma sea una realidad que vaya más allá de la voluntad política y se transforme en una acción de política de salud, y de salud en las políticas de las que no pueden estar ausente por más tiempo los cuidados enfermeros como referentes indiscutibles de salud.
El cambio de modelo de nuestro Sistema de Salud tampoco puede ser algo de lo que debamos inhibirnos, pues para lograrlo se precisa hacer una apuesta firme y decidida que se aleje de esperas eternas a las que acabamos por acostumbrarnos.
No distraerse en luchas estériles es fundamental para avanzar y cerrar cuantos resquicios puedan provocar vías de agua que pongan en peligro el avance de la Enfermería.
Y ROL, como revista científica decana en España, quiere contribuir a ese necesario debate abriendo una sección en la que poder recoger, desde el respeto y el rigor, las voces de cuantas enfermeras quieran participar en la sección “Con Voz Propia” que próximamente se incorporará, para contribuir de esta manera a difundir un espacio compartido de análisis desde el que construir nuestra realidad enfermera.
Esperamos oír y leer la tuya muy pronto. Te esperamos.
José Ramón Martínez-Riera
DIRECTOR REVISTA ROL ENFERMERÍA
Ronda Universitat, 33, entresuelo 1º A, 08007 Barcelona.
Tel: (+34) 93 200 80 33
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