El Celta de Vigo, bajo la dirección táctica de Claudio, ha transformado la capacidad de revertir situaciones adversas en su feudo de Balaídos en una fascinante rutina. Tal como un boxeador que solo despierta tras recibir un golpe contundente, el equipo celeste ha materializado un cambio increíble en su rendimiento desde que inicio la Liga. En la primera jornada, el equipo gallego rompió con una maldición de diez años y, posteriormente, casi se encuentra en una situación complicada contra un Alavés que, aunque menos sofisticado en su juego, demostró tener las ideas más claras.
Un Inicio Difícil
El partido comenzó con un Celta que se mostró errático, empeñado en dar la vuelta al marcador tras un primer tiempo desastroso. El banquillo mostró su valía en el descanso, realizando cambios que elevaron tanto la intensidad física como la mentalidad del equipo. Un joven talento, Williot, emergió como el protagonista inesperado, destrozando la defensa del Alavés con dos jugadas mágicas que recordaron a los aficionados que, en el fútbol, no hay mayor arma que el talento.
Despertar en la Segunda Parte
Hasta la aparición de Williot, el partido se perfilaba como una crónica de terror, con el equipo sufriendo a cada instante. La primera parte fue un reflejo de la temporada anterior, con dificultades para avanzar en el terreno de juego y sin capacidad para responder a la presión del Alavés.
A pesar de un inicio titubeante, el Celta despertó en el segundo tiempo. Claudio hizo ajustes en la defensa, y la entrada de Williot fue determinante. Con su velocidad y habilidad para moverse sin ser marcado, desbalanceó al rival. En este tramo, el Celta comenzó a mostrar su mejor versión, atrayendo el juego hacia su propio terreno y creando oportunidades que antes parecían inconcebibles.
Un Gol Definitivo
La presión de los vigueses se tradujo en una jugada brillante. Williot, mostrando su inteligencia, recibió el balón y con un disparo certero, empató el encuentro. La afición vibró al ver cómo la esperanza renacía. El Celta, lejos de conformarse, continuó buscando el segundo gol, lo que permitió a los rivales contar con ocasiones claras. Sin embargo, la fortuna y una gran actuación del portero Iván Villar mantuvieron a flote a los celestes.
Clímax y Celebración
Con el marcador empatado, el momento estelar llegó a pocos minutos del final. Williot, tras recibir un buen pase, asistió a Iago Aspas, quien no falló en su intento por batir al portero del Alavés y consumar la remontada. Fue un gol que no solo significó tres puntos, sino también un mensaje de que el equipo puede sobreponerse a la adversidad.
Claudio, consciente de la importancia del momento, decidió hacer ajustes al final del encuentro, permitiendo que Borja Iglesias contribuyera a controlar el ritmo. Mientras el Celta celebraba la victoria en casa, algo más había cambiado: la creencia en su capacidad para enfrentar cualquier desafío. Con esta remontada, el Celta no solo obtuvo una victoria, sino que también reafirmó su identidad como un equipo temible en la Liga.